lunes, 20 de octubre de 2014
Artículo "El final Fatal"
El final Fatal
Por Michael L. Brown
El remordimiento es tan amargo. Yo daría todo sólo por hacer marchar el reloj hacia atrás. Carmela Bouchbout.
(Después
de ser liberada de una prisión israelí, el 3 de enero de 1996. Ella
había matado a su esposo después de años de haber sido físicamente
maltratada)
Hemos estado considerando con cuidado los
incentivos bíblicos para guardarnos del pecado. Pero hay una simple
verdad que las reúne a todas, y esa es la verdad que ha estado ardiendo
en mi corazón por más de veinte años. He predicado acerca de ella
alrededor del mundo y nunca ha fallado en hacer un impacto profundo y
duradero en los oyentes. De hecho, honestamente creo que esta simple
verdad puede cambiar tu vida para siempre.
Está
basada en una sola palabra hebrea, la palabra ‘aharít (se pronuncia
ah-kha-REET). Limpia tu garganta y repite después de mi: ah-kha-REET.
¡Así es! Dilo otra vez despacio ah-kha-REET. “Pero, ¿cómo una palabra
hebrea puede cambiar mi vida?” te preguntarás. Permanece conmigo y te
darás cuenta.
En el lenguaje hebreo, como en el arábigo, arameo
y las otras lenguas semíticas, muchas preposiciones o palabras que
tienen que ver con dirección u orientación son derivadas de partes del
cuerpo. Por ejemplo, en el hebreo, las palabras “primero” o “al
principio” vienen de la palabra usada para “cabeza”, así como en el
cuerpo humano, es la cabeza la que viene primero. Y así como podemos
hablar de “ir a la cabeza de la clase” en inglés, así también en hebreo
puedes hablar de estar en la “cabeza” (en lo más alto) de la montaña.
O, para darte otros ejemplos basados en otras partes del cuerpo, cuando
me paro cerca de alguien, en hebreo estoy literalmente “a la mano” de
esa persona; si estoy parado enfrente de esa persona, estoy
literalmente “en su cara”. ¿Sí entiendes?
Ahora, la palabra ‘aharít está relacionada a la
palabra hebrea para “espalda”, y literalmente significa “eso que viene
después; los efectos después de; consecuencias finales; el final”. El
principio es simple: De nuestra posición normal, no podemos ver la
espalda de otra persona. No vemos lo que viene detrás. Así que si rompo
la parte de atrás del saco de mi traje, dejándole un horrible hoyo, tú
nunca lo sabrías si sólo me vieras por enfrente. Desde ese ángulo, yo
me vería bien. Pero en cuanto caminara de largo y te pasara, te
quedarías boquiabierto. Momentos antes, todo se veía estupendo; pero por
atrás, vergonzoso. Cuando vieras mi espalda, todo el panorama
cambiaría. En lugar de verme bien arreglado, me vería desaliñado. Y eso
es un principio bíblico:
De nuestra naturaleza ordinaria, el
punto de vista humano, no podemos ver qué viene después, las
consecuencias finales de una situación, el ‘aharit.
Pero Dios ve todo el panorama. A sus
ojos, el ‘aharit está siempre a plena vista. Y si vamos a vivir vidas
santas, es crucial que obtengamos Su perspectiva. En un momento todo
esto estará claro.
Esta palabra ‘aharit se encuentra
sesenta y cinco veces en el Antiguo Testamento, pero trece de estas
veces -20% de las ocasiones- se encuentra en el libro de los
Proverbios. ¡Aquí hay una lección! De hecho todo el libro de Proverbios
puede resumirse en un versículo:
Traducido literalmente, en este
versículo dice, “Escucha el consejo y recibe la disciplina /
instrucción para que puedas ser sabio en tu final”, en tu ‘aharít. Esto
es lo que realmente cuenta. Cuando todo ya esté dicho y hecho, tú
habrás actuado y vivido sabiamente. Tu ‘aharít será bendecido.
El problema es que Satanás nunca nos
enseña el ‘aharít. En cambio, todo su enfoque está en el aquí y en el
ahora, en el placer del momento, en la necesidad de esta hora. Y hace
su mejor esfuerzo para quitar nuestros ojos del ‘aharit, el “final” de
la historia. Piensa sólo en Esaú, quien vendió su primogenitura por una
sola comida, únicamente porque tenía hambre en ese momento.
Hebreos nos exhorta a no ser como
este hombre “impío”, “quien por una sola comida vendió sus derechos de
primogenitura. Después, como ya sabes, cuando quiso heredar la
bendición, fue rechazado. Y no pudo cambiar su decisión, aunque la
procuró con lágrimas” (Heb. 12:16-17). El ‘aharít de Esaú fue miserable.
Una vez después de desobedecer al
Señor en una forma relativamente pequeña, me sentía acongojado y me
dije: “Antes de sucumbir al pecado la próxima vez, necesito recordar
cómo me sentí después de haber pecado esta vez.” Ese debe ser el
antídoto. Pero todo en nuestra naturaleza caída trabaja en contra de esa
visión del ‘aharít. Dice: Olvida las consecuencias; sólo piensa en el
ahora.
Dios dice, “Enfócate en el ‘aharít”.
Vamos a ver la sabiduría de la Palabra. Puedes recordar algunos versos
de Proverbios que vimos antes. Regresemos a Proverbios 5, uno de los
muchos pasajes en este libro que te advierten sobre los peligros de la
inmoralidad sexual:
No importa qué tan bien se vea la
mujer seductora, la consecuencia final de asociarte con ella será
desastrosa. Completa y absolutamente desastrosa.
Hay una historia que leí en un
periódico de Nueva York en 1984 que provocó que mi estómago estuviera
hecho nudos aproximadamente dos días. Un acaudalado hombre de negocios
de Long Island, Nueva York, investigado por que había sido secuestrado.
De acuerdo con esta grotesca historia, el hombre conoció a una joven
muy atractiva que le ofreció tener sexo con él: Se pusieron de acuerdo
para verse el día siguiente en un cierto lugar. Pero cuando la encontró
y entró en la casa, estaba preparada una emboscada: Varios hombres y
mujeres lo amarraron y amordazaron, llevándolo, después a un edificio
de departamentos especialmente preparado para ese momento, con tablones
extras en las ventanas para amortiguar el ruido de sus lamentos.
Lo que el periódico describía después
todavía está fresco en mi mente: Empezaron a torturarlo y a abusar de
él, lo quemaron con cigarrillos en todo su cuerpo, lo sodomizaron con
tal fuerza que algunos de sus órganos internos fueron dañados
severamente. Lo dejaron desahogarse en un pañal, y los últimos cinco
días de su vida, no le dieron nada de comer. Aunque la esposa ya había
aceptado pagar una recompensa por él, lo golpearon hasta matarlo antes
de que el dinero les llegara. ¡Mi estómago está hecho nudos aún ahora
que escribo esto!
Si él tan sólo hubiera podido haber
visto su ‘aharít ¡Si hubiera podido verse a sí mismo gritando en
agonía, suplicando por misericordia, torturado y violado, golpeado y
humillado, muerto de hambre y amarrado -y posteriormente yaciendo ahí
sin movimiento, un cadáver sangriento-. Si tan sólo hubiera podido ver
las consecuencias finales de su adulterio lujurioso, jamás se hubiera
acercado a esa joven, sin importar qué tan bien se veía, no importando
cuántos placeres físicos le hubiera ofrecido. Hubiera hecho un pacto
para no tener sexo por el resto de su vida en vez de encontrar esa
fatalidad. ¡Pero no vio su ‘aharít!
¡Por eso las advertencias de Proverbios son tan urgentes. No hay hipérbole aquí!
Me he sentado con amigos míos que han
destruido sus ministerios por el adulterio, sus caras torcidas de la
culpa, lágrimas de pesar cayendo por sus mejillas, sus conciencias
atormentadas con desesperanza y desconfianza. Y he orado
silenciosamente mientras sollozaba con ellos, ¡Dios, nunca me dejes que
olvide la expresión en su cara! No me dejes que olvide esa mirada de
angustia y dolor! Deja que esa imagen viva permanezca conmigo por
siempre. ¡No vale la pena! ¡NO vale la pena! ¡NO VALE LA PENA! Ninguna
cantidad de satisfacción sexual, ninguna cantidad de emoción romántica,
ninguna cantidad de plenitud y sensación de libertad, vale la pena
para perder el derecho al ministerio. Así como George Hutcheson
advirtió muchos siglos atrás “Ten cuidado; en una hora puedes producir
algo de lo que nos culpemos para siempre” ¡Recuerda el ‘aharít!
Había un pastor y plantador de
iglesias que empezó a estar muy desanimado y como resultado se deslizó
completamente una noche. Terminó borracho y yendo a una fiesta donde
las personas estaban intercambiando parejas libremente. De alguna
manera, él cayó tan bajo que tuvo sexo con otro hombre. Al siguiente
día la realidad llegó: Él agonizaba atormentado, arrepentido
profundamente, llevándolo gradualmente a una situación para
restauración. Y después su ministerio continuó, como si todo hubiera
regresado a la normalidad. Pero no era así. En esa terrible noche de
desobediencia, se contagió de Sida, y cuando se dio cuenta de que había
contraído la enfermedad ya había infectado a su esposa y al último
niño que tuvo. Cuando conocí a su familia, lo acababan de enterrar.
Ahora su esposa y su hijo probablemente ya se hayan ido también. ¡Qué
pena!
¡Si solamente hubiera podido ver su
‘aharít! Si solamente hubiera visto a su familia y a sus amigos
lamentándose en su funeral mientras bajaban a la tierra el ataúd que
guardaba su enflaquecido cuerpo... Si hubiera podido ver a su esposa y a
su hijo gradualmente debilitarse bajo la embestida de esa misma
espantosa enfermedad.... ¡Si solamente hubiera visto su final! Nunca se
hubiera acercado al bar en donde se emborrachó, no importa que tan
deprimido hubiera estado. Él le hubiera dicho a su esposa, “Amárrame a
la pata de mi cama cierra la puerta con llave” -cualquier cosa que lo
hubiera detenido de ese desastroso final-. En cambio, su vida es un eco
de aquellas palabras de Proverbios: “¡Cómo aborrecí el consejo! ¡Cómo
mi corazón menospreció la reprensión! ¡No oí la voz de los que me
instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi oído! He llegado al
límite de la ruina absoluta en medio de la sociedad y de la
congregación.” Un pecado. Una vez. Un final fatal.
Es por este tipo de razones que nunca
dejo de advertir a mis compañeros ministros (así como a los creyentes)
acerca del peligro del pecado sexual. Y siempre que predico este
mensaje del ‘aharít, me lo predico a mí mismo. Ninguno de nosotros
estamos exentos de esta tentación. Nuestra sociedad está totalmente
súpersexualizada, con un constante ataque a nuestros sentidos hacia lo
sensual por donde voltees: Hombres y mujeres ataviados escasamente en
las portadas de las revistas nos guiñan el ojo desde los estantes de
las cajas registradores de los supermercados; bellezas en diminutos
bikinis sonriéndonos en sus carros y en los comerciales de cervezas en
la televisión; miles de sitios pornográficos esperándonos en Internet.
¿Será extraño que la gran mayoría de nuestros adolescentes sean
sexualmente activos? ¡Existe un gran bombardeo! Y la Palabra conoce
nuestra naturaleza también, advirtiéndonos una y otra vez para
conservarnos sexualmente puros. De hecho, si lees todo Proverbios,
encontrarás que fuera de diversos pasajes que tratan de las virtudes y
las necedades en general, los pasajes más largos en el libro tienen que
ver con pecados sexuales (incluyendo virtualmente todo el capítulo
cinco, parte del seis y cada línea del capítulo siete).
En la mayoría de los pasajes la mujer
seductora es descrita tal cual las fotos de portadas que vemos hoy del
“perfecto” chico o chica. Y esa es la única imagen que Satanás quiere
que veamos. Él no quiere que entendamos que en esa foto fueron
corregidos algunos de los defectos, ni que esa invitadora sonrisa es
completamente artificial, ni que esa persona casi desnuda posando ahí es
la hija o el hijo de alguien. ¡Satanás no nos enseña eso! Ni tampoco
el vacío de esa vida, de ese símbolo sexual, ni los problemas
familiares que provocan cuando un esposo o una esposa se vuelve adicto a
esas estrellas porno. No, él no quiere que consideremos el ‘aharít.
También hay otra cara en todas esas
descripciones del libro de Proverbios acerca de la seducción y la
belleza de la mujer pecadora: Nos recuerda la gran presión que tienen
las mujeres en nuestra sociedad de tener cuerpos para “casi dejarlos
muertos”, para ser objetos de estimulación visual a los hombres y de
verse al punto de ser seductora. Damas, tengan cuidado de no caer en
esto. Es muy malo que un hijo de Dios caiga tan bajo...pero cuídate muy
bien de no ser tú la causante.
EL “LIGUE” NO TIENE LUGAR ENTRE LOS HIJOS DE DIOS. DE CUALQUIER MANERA ¿DE LADO DE QUIÉN ESTAMOS?
Tú sabes lo que esa forma de vestirse
causa en los hombres. Sabes el efecto que causan una blusa cortita o
unos pantalones pegados a la piel o esa falta tan corta o ese traje de
baño tan revelador. ¿Y no es esa una de las razones para vestirte así
-si lo haces-, para gustar a los hombres? (Y si solamente es para
“sentirte cómoda”, entonces sacrifica tu comodidad por la santidad y la
modestia.)
Dijo Jesús a sus discípulos:
Imposible es que no vengan los tropiezos; más ¡ay de aquel por quien
vienen! Mejor le fuera que se atase al cuello una piedra de molino y se
arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de esos pequeñitos. (Lucas
17:1-2)
¡Esa no es una advertencia que se
pueda ignorar! Los santos de Dios comprados con su sangre, nunca se
visten ni se comportan de tal manera que se conviertan en un objeto de
atractivo sexual para otros hombres o mujeres. Nunca te permitas ser
una piedra de tropiezo para los salvos o para los inconversos. Nunca
trates de que te vean con deseo o lascivia. Hay mucha diferencia entre
un matrimonio que en la intimidad de su hogar disfruta su relación
física ante el Señor, y entre convertirse en un seductor o una seductora
de los extraños. El coqueteo no tiene lugar entre los hijos de Dios,
ni tampoco lo tienen los vestidos que marcan las curvas llamativas o el
atractivo físico de cada uno. De por sí difícil mantenerse puro en
este mundo cuando la gente en la iglesia se viste adecuadamente. Pero
es realmente duro cuando los creyentes visten y actúan en formas
sexualmente sugestivas. De cualquier manera, ¿de qué lado estamos?
Así que Proverbios nos advierte
contra los placeres pecaminosos que nos llaman, describiéndolos
vivamente. La descarriada esposa le dice a su amante:
¡De ninguna manera podrá él resistir!
Él recuerda como se sintió esa última vez. Además, ella es una chica
de Iglesia y ritualmente limpia con ofrendas personales. ¡Ella
ciertamente no es una trampa! (Dime si no es esto lo más elevado de la
hipocresía religiosa) y es tan seguro, su esposo no está en la ciudad y
va a ser tan dulce. ¡Qué rápido se vuelve amargo!
El placer ya ha pasado y él ha sido
atravesado. Su pequeña aventura le costó la vida, así que no lo sigas
tú en su locura. Recuerda el ‘aharít, y no seas “como el buey que va al
degolladero y como el necio a las prisiones....como el ave que se
apresura a la red.” Dios nos muestra las trampas de antemano. Satanás
solamente nos enseña la carnada.
A mediados de los ochentas, una
atractiva jovencita de Long Island de quince años, con una apariencia
madura, cayó en rebeldía en contra de sus padres, preocupada por los
constantes conflictos en casa. Dejó Nueva York y pidió aventón hasta
salir del Estado. En el camino, un trailero le llevó y le pagó por
tener un acto sexual con ella. Posteriormente ella sollozaba de pena.
Pero la culpa rápidamente desapareció y después de unos meses de su
llegada a Texas, ya había caído en la prostitución y trabajaba en un
retaurante que pasaba películas pornográficas en una pantalla grande en
la pared mientras los hombres se sentaban alrededor de las mesas
escogiendo la muchacha a su gusto. Cuando le escribió a su familia, les
dijo que todo estaba bien y que estaba trabajando como mesera.
Pronto se volvió muy popular e hizo
mucho dinero que otras prostitutas empezaron a voltearse en contra de
ella. Decidió salirse mientras podía, pero la atraparon un gigoló
(padrote, alcahuete) y su esposa, abusaron de ella en formas que no se
pueden ni mencionar, finalmente la mataron y la echaron al río. Cuando
encontraron su cadáver desnudo, un jefe de la policía dijo que era el
cadáver más brutalmente torturado que él nunca hubiera visto. Tenía
quemaduras de cigarrillo desde la cabeza hasta los pies, su maxilar
estaba fracturado y le dispararon en la boca. ¡Si tan sólo hubiera
visto su ‘aharít! El diablo está jugando con esas vidas.
Recuerda Proverbios 23, advirtiéndonos acerca de los efectos destructores de alcohol.
Una vez más, el fin del pecado
resulta totalmente diferente a lo que había prometido, sólo que esta
vez no fue sexo sino alcohol. Tomar ofrecía deleite pero al final trajo
muerte. Garantizó lo alto, pero en su lugar trajo un infierno. Falló en
advertirte acerca de los efectos posteriores del alcohol.
Ahora en las calles de algunas de
las ciudades más grandes en Estados Unidos hay borrachos y adictos al
crack tirados en su propio vómito, sus caras ensangrentadas al
golpearse en el concreto, sus vidas totalmente destruidas, pero cinco
años antes eran exitosos médicos, prominentes abogados o atletas
felizmente casados. ¿Qué pasó? Bueno ellos estaban ante mucha presión,
tuvieron un evento trágico o uno de sus amigos les traicionó por
primera vez. Después de un tiempo, ese trago de Borbón (o esa aspirada
de cocaína) se volvió un asunto del diario y empezó a dominarlos, hasta
que comenzaron a perder sus trabajos, sus casas, sus familias y luego
terminaron viviendo en las calles. Si tan solo entonces hubieran visto
la película de su ‘aharít por anticipado, no hubiera habido nada que los
llevara a dirigirse a tomar o a las drogas. ¡Nada!
Satanás es realmente listo. ¿Alguna
vez has visto un anuncio de licor con una pareja sentada en una mesa en
un lugar exótico, con la luna brillando detrás de ellos y la champaña
reflejando sus destellos en los ojos de la pareja mientras se lanzan
miradas de deseo y afecto? ¡Qué escenario!, ¡qué pareja!, ¡qué mensaje!
Sí, si tú bebes ese champaña, serás parte de ese escenario. Te
encontrarás en esa cita perfecta -aun si tienes cien libras de sobrepeso
y te faltan los dos dientes de enfrente.- Estarás ahí en esa isla
maravillosa, meseros y sirvientes atendiendo todos y cada uno de tus
deseos y caprichos -aun si no tienes ni un centavo en el bolsillo-.
¡Sí! ¡una botella de champaña hará todo para ti!
¡Qué mentira tan estúpida! Sin
embargo millones de personas lo creen consciente o inconscientemente.
Este vino hará tu fiesta maravillosa. Después de un evento deportivo
grande, la cerveza es lo obligado. Un Jack Daniels hará brillar tu
vida.¿Cirrosis? ¿Muerto en un choque automovilístico? ¿Las
consecuencias finales de alcohol? No pienses en nada de eso es ¡la hora
de diversión!
Cuando era niño, mi papá que era
abogado, me explicó que era ilegal en los comerciales de televisión
enseñar a alguien tomando alcohol. Es por eso que sólo verás tomas
cercanas de cómo se vierte esa cerveza dorada, espumosa en un tarro
helado, con su espuma blanca derramándose por los lados- así como lo
describe Proverbios- (No veas al vino cuando rojea, cuando resplandece
su color en la copa...) Después de ver estos comerciales por algunos
años, mi mejor amigo y yo decidimos que teníamos que probar una
cerveza. Así es que una noche, cuando mis padres habían salido, salimos
de la casa, hicimos ejercicio y jugamos hasta que estábamos sudorosos y
sedientos (si no mal me acuerdo, anduvimos en bicicleta alrededor del
vecindario, aunque todo estaba cubierto de nieve). Después, sacamos
unas galletas con una lata de cerveza que mi papá tenía en el
refrigerador para sus amigos. Luego llegó el gran momento: Vertimos la
cerveza en nuestros vasos (así como se veía en los comerciales de
televisión), comimos una galletita o dos, levantamos nuestros vasos,
tomamos el primer sorbo de cerveza, y lo escupimos inmediatamente!
¡Yuck! No era nada de lo que esperábamos. ¡Qué ordinario y desagradable
sabor! Pero no pasó mucho tiempo antes de que decidiéramos probar otra
vez, después de todo se veía tan apetitoso en la televisión.
Lo mismo sucede en la publicidad de
los cigarros. ¿Recuerdas los comerciales de Marlboro en los 60’s? Un
guapo y fuerte vaquero, sentado en su majestuoso caballo en un paraje
sin fin de campos verdes. Sí, es el campo de Marlboro. Y puedes vivir
ahí también. Sólo respira ese veneno en tus pulmones, respira ese humo
blanco y serás como ese hombre Marlboro, sentado en la cima del mundo
en esa vasta tierra salvaje y teniendo como techo un cielo sin nubes.
Respira profundamente y disfruta el aire limpio. Ya estás viviendo en
ese lugar, aunque estés sentado en tu sillón desvencijado, atestado de
cucarachas, en un departamentucho, en el Brons, mientras toses y te
atragantas. Ahhh, este es el campo de Marlboro.
Es el final el que cuenta, el
marcador final es el que cuenta. Muchos equipos deportivos han empezado
rápido y transitado rápido para fallar al final del juego o de la
temporada. Un buen comienzo hace el pobre final más decepcionante.
Pablo podía decir asimismo, “He peleado la buena batalla, he acabado la
carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:7). Su ‘aharít fue glorioso, el
transcurso de su vida fue firme. ¡Así debe ser para nosotros!
La palabra nos asegura que el ‘aharít
del malo es destrucción (vea Proverbios 14:12) y su esperanza es corta
(vea Salmos 37:38; 109:13). De hecho, Proverbios dice que el malo no
tiene un ‘aharít real porque hereda tinieblas y destrucción (ver
Proverbios 24:20). Pero los justos tendrán un maravilloso ‘aharít.
Nosotros tenemos algo que nos aguarda más adelante.
El ‘aharít de los creyentes será
bendecido. Un día estaremos parados delante del trono de Dios, rodeados
de su gloria y belleza radiante sin descripción. Yo puedo casi imaginar
a mi esposa ahí, pero tan transformada, tan brillante, luminosa y
resplandeciente que apenas si puedo reconocerla. “¿Eres realmente tú?
¡Te ves tan angelical!” Sí, así va a ser el ‘aharít de los justos.
Hasta Balam entendió esta verdad
“¿Quién contará el polvo de Jacob o el número de la cuarta parte de
Israel? Muera yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la
suya. (Núm. 23:10). Desgraciadamente para este profeta mercenario, él
murió la muerte de los incrédulos, habiendo amado “el premio de la
maldad”(2 Pedro 2:15). Su ‘aharít fue maldecido. ¿Cuál será tu ‘aharít?
No seas como Esaú que cambió su
primogenitura por una sola comida. No seas como ese rico hombre de
negocios, torturado y golpeado hasta la muerte por que su lujuria le
abrió la puerta de la destrucción.
No seas como ese pastor con dones,
cuya inclinación al desánimo le llevó a deslizarse de lleno en la
depravación, siendo finalmente receptor y transmisor del Sida.
No seas como el borracho en la calle,
que cayó desde el pináculo del éxito después de desbaratarse bajo las
presiones de la vida, primero fascinado con la paz del alcohol y luego
víctima de su veneno.
No seas como el hombre Marlboro, un
símbolo de vida, de fuerza y libertad, pero realmente esclavo de un amo
de tres pulgadas de nicotina. Finalmente víctima innecesaria del
cáncer.
¡No! Escucha el consejo, sométete a
la disciplina y tu final será glorioso. Estás advertido. Ahora sé
sabio. Recuerda el ‘aharít.
Tomado del libro:
Go and Sin No More: A Call to Holineness |
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